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martes, 30 de agosto de 2011

De tatuajes, cicatrices y otros mejunjes.

Que equivocados están aquellos que reducen el sentido del tacto a sólo esas torpes manos con que contamos.

El tacto está en la piel. Se siente con la piel, que cubre toda la extensión de nuestro cuerpo, con la mente y la memoria; incluso si quiere verse en un tono más rosa, se siente hasta con el músculo cardiaco, pues finalmente son estos, elementos que fungen cómo extensiones del sentir. Permitiéndonos llevar a cuestas frases, momentos y acciones que inequívocamente nos marcan; ya para bien, ya para mal, ya para regular.

Esas marcas, físicas o virtuales son la herramienta con que erguimos monumentos al sol y a los profetas… Monumentos a lo desconocido.

Decisiones, acciones y reacciones siempre con consecuencias de igual magnitud pero sentido inverso. Marcas que nos van forjando, que nos aflojan la piel y nos estiran los ánimos y las ánimas...

De entre las cosas que se recuerdan con más gusto, siempre está el sentir.

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